06 diciembre 2006

Voy a cambiar de vida

Hay nuevas costumbres que no casan con las antiguas.

Los urbanitas que no aguantan más la manera de vivir, deciden hacer un cambio y trasladarse a vivir al campo, pero solo cambian de domicilio, porque cambiar la mentalidad o las costumbres es más difícil.

Por eso es divertido o patético ver como hay personas que un día deciden la gran mudanza y cambian totalmente de vida (eso piensan ellos) pero en sus formas siguen viviendo como siempre aunque en un escenario diferente.

Cuando un urbanita llega al campo, lo primero que hace es tapiarse para que nadie le moleste, levanta puertas, vayas, rejas, cierra caminos privados… Obviando que el modelo de vida en el campo es totalmente abierto y comunicativo. Los hay que incluso no soportan los “bichos”, designando con esta palabra a cualquier tipo de animal. Luego también les molesta los ruidos típicos del campo, he llegado a oír como una vecina denunciaba a otra, porque a la segunda le encantaban los grillos. La primera no podía soportar el estruendo que hacia el animal.
Conozco otro caso de vecinos que se sienten “acosados” por el ruido de los cazadores que cazan dentro del coto, alrededor del cual han construido sus casas recientemente. Gracioso ¿no?
No tanto como el caso de gente encerrada en casa, por querer vivir tan cerca del campo de golf, que cuando salen de casa son golpeados por las “bolas” de los inexpertos, aunque a veces les entran directamente por las ventanas.

Otros casos son la multitud de personas que cambian de país y quieren imponer a los demás las costumbres de su país natal, del cual huyen. No solo estoy hablando de los inmigrantes que cambian de país para buscar un futuro, me refiero también a los que cambian de país porque han visto que el otro la gente es más feliz o disfruta de mejor meteorología, o porque la vida es más barata.

Aquel dicho de “donde fueres haz lo que vieres” pues no es muy conocido.

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